lunes, 27 de septiembre de 2010

EL PESIMISMO DEL PINTOR DANIEL MANRIQUE

EL PESIMISMO DEL PINTOR DANIEL MANRIQUE

Raymundo Colín Chávez

El muralista y escritor tepiteño Daniel Manrique, acaba de morir a los 70 años de edad (a los 44 años se lanzó a pintar murales en Francia, en la calle que en honor a él los franceses bautizaron como Rue Tepito), cosa de la diabetes y una embolia fulminate. Yo lo traté desde un coloquio de pintores, escultores y escritores que se realizó en Neza, allá por 1993 en el hoy Centro Regional de Cultura. Me lo presentó el pintor sandiísta, Alfredo Arcos. Después me lo volví a topar durante una de las Mesas de Cultura Popular, que se realizaban en el Museo Nacional de Culturas Populares, en Coyoacán. En esa ocasión retomamos la idea de realizar un encuentro artístico entre Tepito y Neza, pero después creció la idea convirtiéndose en lo que denominamos “Encuentro de Barrio a Barrio”, de los que se llevaron acabo 5: Nezahualcóyotl, Pedregal de Santo Domingo, Santa Ursula Coapa, Peralvillo y San Miguel Teotongo. Estos encuentros pretendieron generar una discusión desde la base comunitaria acerca del arte y la cultura popular, para interpretarla a nuestra manera, y no como lo venían (y siguen) haciendo los antropólogos y las instituciones oficialistas culturales. Quienes vivimos la experiencia podemos decir que fue interesante, dada la participación de muchísimos grupos culturales y artísticos del área metropolitana, entre los que enumero a los siguientes: El Norte También Existe (ENTE), Taller de Poetas en Construcción, Plástica Humana, Espiral Urbana, el Centro de Artes y Oficios Escuelita Emiliano Zapata, Los Olvidados, Tepito Arte Acá, Desde el Zaguán, Tepito Crónico; Revista Desmadre, Grupo Cultural Entropía, Grupo Caótico, Peña Morelos, Video Popular, Revista Ce- Acatl, la Unión de Colonos de Peralvillo, la Unión Ciudadana de Santa Ursula Coapa, la Unión de Colonos de San Miguel Teotongo, entre otros muchos más.
            Luego de los “Encuentros de Barrio a Barrio”, mantuvimos una relación esporádica ya en confetis culturales, ya durante la construcción del Paseo Escultórico del Parque Ecológico Huayamilpas, en Coyoacán, del que él y yo, junto con el escultor Gustavo Bermúdez, fuimos los encargados de su realización. En esos años manteníamos, Daniel y su servidor, una polémica llena de contradicciones acerca del arte y la cultura popular, de lo institucional y de lo político, pero de muy buena talante, y con ánimo de aportar y aportarnos mutuamente.
            Yo le tengo un verdadero aprecio a Daniel Manrique, no sólo por su obra mural y de reflexión (me asombraba lo mucho que escribía y pintaba, aunque yo pienso que Daniel escribía más de lo que pintaba), y por su calidad humana y desprendida que le ha hecho donar y pintar murales en innumerables colonias populares del país y del mundo. Los más famosas son los que pinto en la calle Rue Tepito de Francia, y los que dejó plasmados en las vecindades de su barrio, Tepito; el mural que está en el ágora del foro abierto del Centro de Artes y Oficios Escuelita Emiliano Zapata, en el Pedregal de Santo Domingo, en Coyoacán; los que elaboró en Canadá, Chicago y Argentina. De su obra de caballete, conozco poco, excepto los que donó a la Escuelita Emiliano Zapata, y relatan la historia de ese asentamiento, que es catalogado como la invasión más grande de los sin techo de Latinoamérica. Los colonos en agradecimiento, construyeron una galería exclusiva para que dicha obra se exhiba permanentemente. Otros trabajos de caballete que le conozco, son los que regaló para la edificación del Centro Cultural y Comunitario “Agustín Pérez Rodríguez”, de Neza, y los que me obsequió a mí para la recaudación de fondos para la edición de mi primer CD.
Daniel Manrique era un pintor muy prolijo que lo mismo pinto murales en Centros Culturales, que en distintos cafés y locales comerciales del Centro Histórico. “Yo pinto donde me den chance y haya una lanita”, decía. Sus temas son recurrentes a la cultura popular mexicana y latinoamericana,  y a las tres raíces que la conforman: indígena, europea, africana. Esto lo plasma muy bien, en por ejemplo el mural que pinto en la “Escuelita Emiliano Zapata”  (que denominó “Mural de la Dignidad Indígena”), donde se puede apreciar en la composición, la brutalidad de la invasión hispano-europea, la colonización y la esclavitud a la que fue sometida la población traída de África e indígena de México; la imposición de la religión cristiana, del conocimiento hispano-europeo a sangre y fuego. Es característica de Daniel Manrique, no sólo quedarse en la denuncia, sino de dejar implícita una propuesta de esperanza, ya sea iconográfica o escrita de su puño y letra, al borde, o dentro de los mismos murales. En el mural de la Escuelita, se puede apreciar lo que menciono, además de las siguientes frases, “Los pobres de México y del mundo tendremos una mejor vida solamente cuando aprendamos a convivir y a compartir el producto de nuestro propio trabajo entre nosotros mismos” (también es característica de Manrique escribir a propósito sus frases y escritos con faltas ortográficas y gramaticales, en alusión, yo pienso, de que el pueblo habla y escribe así por la perversidad del poder de no quererles brindar educación para seguirlos sometiendo, y porque la lengua castellana les fue impuesta y se resisten a asumirla completamente). En la parte central del mural del que hablo está una mujer que representa nuestra identidad y nuestra cultura antigua maya-México-nahua perdida en el espacio y el tiempo que ya jamás volverá, dramáticamente sostiene a un niño muerto que representa a las generaciones perdidas y masacradas por las invasiones extranjeras a nuestro país. La mujer está en cuclillas sobre la diosa Coatlicue, representante en la mitología nahua del conocimiento y la sabiduría de la Madre Tierra que no ha desaparecido, sigue presente. A sus lados símbolos mayas y nahuas, que representan la relación de la tierra con el cosmos, y una mirada hacia el futuro promisorio, a través de una mujer que sostiene en sus brazos a dos niños, que representan a la Madre Tierra, y a la nueva cultura mestiza ya liberada. En cada extremo una mujer africana y una mexicana, que protegen, a las nuevas identidades culturales de las modernas imposiciones y barbaries hispano-gringas-europeas.
En Daniel siempre he visto a un gurú de la filosofía popular, del pica, lica y califica, del arte pueblo que intenta entender el porqué de su estar en esta tierra llena de caos y de desmadre. Donde unos cuantos padrotean a unos muchos. Aunque él no lo reconozca, tiene unas ganas de dejar huella, que impresiona. Me llama la atención, además de su concepto Arte Acá, el fatalismo con que ve su obra y el alrededor de esta. El que se considere un pintor fracasado, y el que declare abiertamente que el arte y lo que pinta es nada y sirve para nada, pues a nadie le importa y mucho menos a los que se refiere. Esto me lo había confesado hará cinco años, antes de que se editara su libro, TEPITO ARTE ACA, UNA PROPUESTA IMAGINADA. Tesis que a mi parecer ya tiene más pulida, y que define bien en su librito de bolsillo “Para qué sirve el arte, para nada”, y que me obsequió con las siguientes palabras de su puño y letra (aunque todo el libro está editado con su letra): “Este librito es un ejercicio, un ensayo de reflexión. Ese Colín no te la vayas a creer en serio, ¡eh! Porque me caí que sí es la pura neta”. Esa vez quedamos de vernos a la entrada del Palacio de Bellas Artes, yo llegué retrazado 20 minutos, y él ya estaba desesperado. Le conté mis vericuetos para poder llegar a la cita, y el con su habladito tepiteño me dijo, ¡no hay purrum, chido que viniste! Caminamos por Madero hasta llegar a la calle de Palma, nos metimos en el número 33, subimos las escaleras, y a unos pasos del primer piso,  sobre uno de los muros hacia el sur del Star Cofee (es un café situado en el Centro del Reloj), me mostró su más reciente mural “La Humanidad y el Tiempo”, donde pinta a Cronos con cuatro ojos y hace una referencia de la inexistencia del tiempo, y de nuestra fugacidad en la vida. No platicamos mucho, brevemente me comentó de lo que opinó acerca de su obra el recién fallecido crítico de arte y ensayista de origen peruano, pero naturalizado mexicano, Juan Hacha: “Me dijo la neta, que aunque a él no le gustaba mi rollo de Tepito Arte Acá, él consideraba que era los más chido que se había dado en el tercer tercio del siglo XX”. Luego me comentó de su miedo a ir a Tepito, su barrio, pues ya en tres ocasiones se había salvado de puritita cagada de que no lo atracaran. Y eso porque algunos que aún lo reconocen, le hicieron el paro. Hicimos una pausa mientras fijaba en sus encías sus dientes postizos, luego se tiro una disertación acerca del fracaso y del éxito, sobre todo de la vanidad y vacuidad del éxito, contándome de un novel pintor que había ganado el premio nacional de pintura y que en verdad tenía ganas de hacerla a como diera lugar, lástima que se murió una vez que lo logró: ¡El éxito vale madres!
            Nos despedimos en donde nos habíamos citado. Posteriormente, al leer su librito “Para que sirve el arte, para nada”, pude constatar mi tesis de que el alma de Cioran reside en Daniel Manrique, que antes que ser el creador del concepto Tepito Arte Acá, es el representante del  Pesimismo, de la corriente pesimista en México, que piensa que el nacer es una perversidad divina, porque no sabe ni para qué se vive, ni para qué  se pinta; que piensa que uno es una carga para si mismo, y que ninguna vida tiene explicación: “Los humanos somos nada, y si somos nada y hacemos arte, el arte es nada. Pero con el arte los humanos afirmamos la vida, precisamente la nada, vivir para nada, hacer arte para nada”. Para el Pesimismo de Manrique, el antes y el después es la nada, el tiempo ya no existe en el infinito, no hay entrada ni salida, no hay adentro ni afuera, “en el eterno infinito entre el nacer y el morir ¿cuánto tiempo es lo que vivimos? Nada”. En el mundo Pesimista de Daniel, son pocos los que tienen una micra de felicidad pero a costa del dolor de millones de seres humanos. Aunque se pregunta, “Si somos nada ¿de dónde nos brota tanta culeres?...Los humanos servimos para dos cosas: para nada y para una pura chingada”, y sintiéndose muy chejoviano, remata: “Lo único que hacemos es tragar, cagar y coger; procrear y parir a millones de iguales que harán lo mismo”.
También en el Pesimismo de Manrique, se habla de lo inútil de lo útil, ya que las cosas útiles son dañinas para el ser humano, y lo que no es útil, se puede convertir en conocimiento: “Lo útil es nuestra autodestrucción, lo útil nos está abreviando más todavía nuestra ya fugaz existencia. Lo útil fue un invento de la genialidad que es la gueva(...) que es el vicio más ojeis de la condición humana... (Porque) genera en el humano la gandallez en cantidades desparramadas (...) La gueva degenera, deprava, degrada y desmadra al humano (...) la gueva es la creadora de todos los vicios (...) de la delincuencia y criminalidad más vulgar y más baja: La política. En el Pesimismo manriqueano, la política es carroñera, los políticos viven de la carroña, y son los que fomentan la gueva y la estupidez humana. Ahora que en el Pesimismo de Manrique, los pendejos son los que dominan el mundo, los que enaltecen el éxito porque son pendejos. El planeta está dividido en pendejitos, pendejos y pendejotes; en culeritos, culeros y culerotes(...) Y esto proviene del altísimo señor, o sea Dios, que cuando uno de sus fieles le preguntó, ateniéndose a su proclama  de creced y multiplicaos: ¿Señor, pero cuando seamos muchos, como viviremos? El divino contestó: ¡Pos haciéndose pendejos los unos a los otros! De ahí que los más pendejos sean los que dominen el mundo: “Los humanos más pendejos son los hombres de empresa, los hombres prácticos –las mujeres también-, los hombres de cualquier poder, los que siempre quieren ser los primeros y siempre quieren ser los mejores. Un pendejo no tolera que le digan que es pendejo y menos que le confirmen que es pendejo... y están dispuestos a como sea a que no lo son (...) los pendejos son realistas, son prácticos, no se andan con mamadas soñadoras o romanticonas... Son triunfadores, y se la pasan demostrando que son los más chingones”. El grito del Pesimismo Manriqueano es ¡No vivir muriendo, sino morir viviendo!

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