lunes, 21 de marzo de 2011

CAMILO TZICTZIL SOBERANES GARCIA: CORAZON DE AGUA: RAYMUNDO COLIN AXOLOTL

El Instituto Nacional de Antropología e Historia, conjuntamente con CONACULTA, han puesto a circular la antología que recoge los trabajos literarios de niños y jóvenes que participaron en el “Primer Concurso de Narrativa Infantil y Juvenil Museo del Templo Mayor” llevado acabo en 2009.
Me llama la atención la calidad creativa y de pluma que muestran los nueve antologados (que oscilan entre los 10 y 20 años de edad), pero en especial la de Camilo Tzictzil Soberanes García, quien obtuvo el Primer lugar en la Categoría A (de 10 a 14 años), con su cuento titulado Corazón de Agua; que por cierto abre las puertas a este viaje literario, que tuvo como uno de sus objetivos principales, la de acercar a los participantes a la historia cultural de nuestros antepasados mexicas, y a través de ello provocarles la realización de textos de ficción histórica.
Esta estimulación resultó muy bien, como ya lo dije, para Camilo Tzictzil Soberanes, quien en Corazón de Agua, en primera instancia, me remonta al cuento Chac Mool de Carlos Fuentes, por el paralelismo que guardan en cuanto al asunto y su personaje principal: el agua. Además, como se sabe, estas esculturas llamadas Chac Mool, que representan una “figura humana reclinada hacia atrás, con las piernas encogidas y la cabeza girada, en cuyo vientre descansa un recipiente circular o cuadrado” (México Desconocido. Eduardo Matos Moctezuma), no sólo han sido halladas en los vestigios de la cultura maya, sino también en la tolteca y la azteca: en está última junto a Tláloc, el Señor de la lluvia, de quien precisamente, en esencia, se refiere el autor en comento.
Es Corazón de agua, un cuento intenso y pleno de imágenes coloridas y hermosas que nos remontan al Tlalocan o paraíso donde mora el dios Tláloc; la descripción que hace de éste el personaje principal, un joven guerrero que después de combatir por el fervor a sus dioses, es hecho prisionero. Camino a la ciudad de sus captores, el Señor de la lluvia hace caer una tormenta sobre ellos, y estos deciden guarecerse en una cueva, que por su estreches no puede resguardarlos a todos, y entonces acuerdan dejar fuera a varios de sus prisioneros, entre ellos al joven guerrero; quien es alcanzado por un rayo que instantáneamente monda todos los dolores adquiridos en la batalla y lo sume en las tinieblas. Al despertar el joven guerrero, después de brotar del agua, se encuentra frente al templo de Tláloc. Se adentra en él, hallándose en sus tronos al mismo Tláloc y a su esposa Chalchihuitlicue. Antes de acercarse a estos, Tláloc habla, diciéndole que lo ha elegido para morar en el Tlalocan. Y que no pregunté por qué y se olvide de su vida pasada, para disfrutar mejor de tan bello paraíso. Una vez que termina de hablar, Tláloc, Chalchihuitlicue, lo hace mirar bajo de su falda, encontrándose un lago lleno de peces, y a hombres bailando felices alrededor de este.
El final del cuento, es una reflexión que hace el autor de la posibilidad de que el paraíso no sea un lugar ideal sino el planeta que habitamos, y las cosas bellas que en este suceden como el resplandor de una flor o una sonrisa; como la luna, que como un corazón blanco, se vio rodando en el cielo de marzo. Como los besos de una madre amorosa, que está al tanto de que sus hijos crezcan y se desarrollen en un ambiente pleno de paz y alegría; como el llanto primaveral que inunda de colores nuestros ojos. El Tlalocan, el paraíso verde y azul que una vez un joven guerrero, con corazón de agua –Camilo Tzictzil Soberanes García-, alcanzó por albergar en su alma un profundo amor por sus raíces ancestrales.

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