jueves, 3 de febrero de 2011

LA REBELIÓN DEL PUEBLO ÁRABE Y LOS SALDOS INFAUSTOS DEL CAPITALISMO SALVAJE: RAYMUNDO COLIN AXOLOTL

El mundo árabe sufre un cisma provocado por las revueltas populares, que empezaron en Túnez contra la corrupción y el desempleo, y contagiaron Egipto, tras la pretensión del presidente Hosni Mubarak de ceder el poder a su hijo Gamal. Y también, al igual que los tunecinos, por el alto desempleo y la carestía de los alimentos que sufre ese país africano. Yemen es otro de los contaminados por estas rebeliones: "No a la corrupción, no a la dictadura", corean decenas de miles de yemeníes. En Jordania, el principal partido de la oposición llamó al pueblo a manifestarse contra la política económica y contra la "monocracia, la corrupción y la tiranía". En Siria, las fuerzas policiales impidieron una manifestación de jóvenes cerca de la embajada de Egipto. Así mismo en Argelia, una marcha "por la democracia", prevista para el próximo 12 de febrero, y convocada por la Coordinación Nacional para el cambio y la Democracia, fue prohibida. En Sudán y Marruecos las tensiones políticas y económicas también amenazan con desatar la rebelión de los oprimidos.
Asustados e inquietos por estas revueltas populares, los dirigentes de los países árabes, comenzaron a tomar medidas de apertura y a prometer reformas. "En un mes, el mundo árabe cambió más que en años", opinó Ziad Majed, encargado de cursos sobre el Medio Oriente contemporáneo en la Universidad Norteamericana de París. Quien también dijo a AFP (Agencia Francesa de Prensa): "Hoy, los regímenes tienen miedo y desean evitar a todo precio lo que ocurrió en Egipto y Túnez. Desean mostrar signos de apertura y aceptan reivindicaciones que rechazaron durante décadas por temor a perder el control".
Hasta este momento el saldo de estas revueltas del pueblo árabe, han dejado, tras enfrentamientos con miembros de seguridad y el ejército, y afines a los regímenes, varias decenas de muertos y heridos; así como la salida del país del presidente tunecino Ali Abdalá Saleh, el pasado 14 de enero, tras la imposibilidad de frenar las protestas.
Lo común de estos regímenes, acusados de tiranos y poco fiables para llevar acabo reformas que los conduzca a la democracia y a la estabilidad social y económica, es su tozudez para aferrarse en el poder; ya que sin ningún signo de vergüenza, ofrecen aperturas electorales, que más parecen dilaciones para ganar tiempo y sofocar las manifestaciones en su contra, y así su clase política y privilegiada, seguir, como se dice en México, “mamando de la ubre gubernamental” a costa del sufrimiento de quienes hoy los quieren fuera.
Mientras tanto se llega al desenlace de estas revueltas, lo que sucede en los países árabes, es un foco de aprendiza para los demás pueblos del mundo, muchos de los cuales hoy en día soportan tiranías más feroces de las que enfrentan los tunecinos y egipcios, y que “por comer demasiado”, como escribió alguna vez un poeta polaco, los tienen en los huesos.
También, las revueltas antes mencionadas, son un llamado de alerta para los poderosos y las potencias mundiales, sobretodo para los Estados Unidos de Norteamérica, por el enorme entramado de intereses económicos y geopolíticos que guarda con los líderes árabes, que ya le ha hecho pedir en voz de su presidente, en el caso de Egipto, la transición inmediata. Mas, recordemos lo ocurrido el 29 de junio de 2009, en Honduras, ante el golpe de Estado en contra de su presidente constitucional Manuel Celaya. La manera tramposa en que Barak Obama se desempeñó, primero pidiendo a los golpistas respetar “las normas democráticas, el estado de derecho y los principios de la Carta Democrática Interamericana", para después darle la espalda al pueblo hondureño y a su presidente depuesto, y apoyar al régimen de facto, quien se salió con la suya e impuso a un propio en el gobierno.
Estos son los saldos negros ocasionados por el desplome del modelo capitalista a nivel mundial, crisis que se suscitó en 2008-2009, como se sabe, tras el desplome del sistema financiero del vecino norteño, y que ha dejado según el PENUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) a “casi 1.5 mil millones de personas en el mundo viviendo con poco más de un dólar al día”, y “los aumentos de los precios de los alimentos” hicieron “más vulnerables a la pobreza a millones de personas, lo que dará lugar a manifestaciones callejeras y amenazas de desestabilizar gobiernos”, como las ocurridas en Túnez y Egipto, en España o Francia. Para el PENUD, la actual crisis económica mundial “es ahora una crisis de desarrollo humano (…) que viene a sumarse a los problemas ya existentes”, como el cambio climático, la escasez de agua limpia y las pandemias.
Como se ve, la cosa no pinta bien para la humanidad, y lo que podemos esperar para los años porvenir, no son “lechos de rosas”, sino más confrontaciones entre gobernantes y gobernados; más crisis alimenticia, más desempleo, más violencia (como la que actualmente se vive en México), más rebeliones populares: y esta no es una premonición de los llamados profetas fatales, sino producto de una realidad que se impone ante cualquier demagogia.